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—Creo yo—respondió Andrenio—que ocupada el alma en
ver y en atender, no tuvo lugar de partirse, y atrepellándose
unos a otros los objetos, al passo que la entretenían la detenían.
Pero ya en esto, los alegres mensageros de esse gran monarca
de la luz que tú llamas Sol, coronado augustamente de resplandores,
ceñido de la guarda de sus rayos, solicitavan mis ojos
a rendirle veneraciones de atención y de admiración. Comentó
a ostentarse por esse gran trono de cristalinas espumas, y
con una soberana callada magestad se fué señoreando de todo
el emisferio, llenando todas las demás criaturas de su esclarecida
presencia. Aquí yo quedé absorto y totalmente enagenado de
mí mismo, puesto en él, émulo del águila más atenta.
— ¡O qué será—algo aquí la voz Critilo—aquella inmortal y
gloriosa vista de aquel infinito Sol divino, aquel llegar a ver su
infinitamente perfectíssima hermosura ¡qué gozo, qué fruición,
qué dicha, qué felicidad, qué gloria!
—Crecía mi admiración—prosiguió Andrenio—al passo que
mi atención desmayava, porque al que deseé distante ya le
temía cercano; y aun observé que a ningún otro prodigio se
rindió la vista sino a éste, confessándole inaccessible y con
razón solo.
—Es el sol—ponderó Critilo—la criatura que más osten-
tosamente retrata la magestuosa grandeza del Criador,
Llámase sol porque en su presencia todas las demás lumbreras
se retiran: él solo campea. Está en medio de los celestes
orbes como en su centro, coracón del lucimiento y manantial
perene de la luz; es indefectible, siempre el mismo; único en la
belleza, él haze que se vean todas las cosas y no permite ser
visto, celando su decoro y recatando su decencia; influye y
concurre con las demás causas a dar el ser a todas las cosas,
hasta el hombre mismo; es afectadamente comunicativo de
su luz y de su alegría, esparciéndose por todas partes y penetrando
hasta las mismas entrañas de la tierra; todo lo baña,
alegra, ilustra, fecunda y influye; es igual, pues nace para
todos, a nadie ha menester de sí abaxo, y todos le reconocen
dependencias: él es, al fin, criatura de ostentación, el más
luciente espejo en quien las divinas grandezas se representan.
—Todo el día—dixo Andrenio—empleé en él, contemplándole
ya en sí, ya en los reflexos de las aguas, olvidado de mí mismo.
—Aora no me espanto—ponderó Critilo—de lo que dixo
aquel otro filósofo: que avía nacido para ver el sol. Dixo
bien, aunque le entendieron mal y hizieron burla de sus veras.
Quiso dezir este sabio que en esse sol material contemplava él
aquel divino, realcadamente filosofando que si la sombra es tan
esclarecida, quál será la verdadera luz de aquella infinita
increada belleza!
http://es.wikipedia.org/wiki/Criticon
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